Una casa junto al mar está en venta. Por ella desfilan posibles compradores que la visitan, la alaban o reniegan de ella. Sin embargo, no es a ellos a quienes escuchamos, no es al agente inmobiliario al que oímos. Quien siente, quien se emociona, quien reflexiona, quien se confiesa ante nosotros es la propia casa, que desde sus paredes, su suelo y su techo, es piel y latido de todo lo que ocurre.
Una casa junto al mar está en venta. Por ella desfilan posibles compradores que la visitan, la alaban o reniegan de ella. Sin embargo, no es a ellos a quienes escuchamos, no es al agente inmobiliario al que oímos. Quien siente, quien se emociona, quien reflexiona, quien se confiesa ante nosotros es la propia casa, que desde sus paredes, su suelo y su techo, es piel y latido de todo lo que ocurre.
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